La tradición popular nos enseña que los potajitos hay que dejarlos reposar al menos un día.
Los que me conocen saben que soy respetuoso con nuestra identidad y nuestros valores, que son muchos, y, por eso, en medio de la divergencia que suscita la ley de renovación turística respecto a los alojamientos de cuatro estrellas, quiero dejar muy claro que la polémica no conduce a nada bueno, sobre todo, porque arriesga la esencia y genera mucho ruido que imposibilita la reflexión y la toma de decisiones.
Lo expuse en mi carta a Paulino Rivero y me sigo reiterando en el mismo mensaje: Gran Canaria y el conjunto del Archipiélago deben adaptarse a los hábitos de nuestros clientes turísticos antes de que los mercados emergentes (que acabarán recuperándose) vuelvan a tomar la iniciativa de reducir los precios.
Desde esa perspectiva, solo cabe esperar el pronunciamiento de buena voluntad emitido por el Gobierno canario para que cumpla su palabra de flexibilizar los criterios de autorización para rehabilitar en suelo nuevo para aquellas actuaciones con derechos reconocidos o con garantías inversoras que permitan crear empleo y riqueza.
En mayo se cumple el primer año de esta Ley que ha traído más tensión a un negocio que precisa serenidad y sosiego. La sustancia de un potaje no se condensa por mucho que subas el fuego. Necesita mimo, cariño y buenos ingredientes. Nuestra materia prima es la envidia de muchos pero ahí está el problema: todos la queríamos y entre todos…, ya se sabe.
Estamos ante un cambio de discurso en el que el Gobierno, sobre todo, no se va a exponer a quedar en ridículo a poco más de un año para celebrar las elecciones autonómicas.
Aprovechemos este tiempo para que se cumplan las promesas, de lo contrario, hablarían las urnas, para lo bueno y lo malo.